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domingo, 5 de abril de 2015

CRÓNICAS DE LA PLACITA DE ESPAÑA

Lo confieso. Mi primera impresión al pisar los alrededores de la plaza de España, ubicada en la localidad de los Mártires en la ciudad de Bogotá, fue de temor. Es un lugar donde la multitud concurre constantemente. Y es apenas normal, teniendo en cuenta que colinda con la zona comercial de San Victorino. Yo diría que entre demasiada gente es más fácil que te suceda algo sin que nadie se percate, sobre todo en la entrada de  vía principal que conduce a la plazoleta. Todos te miran como un potencial comprador……de lo que sea. Hasta curioso resulta este guetto comercial donde consigues desde antigüedades hasta celulares de última tecnología de dudosa procedencia.
Se me acerca un chico y muy amablemente me pregunta qué me gustaría comprar. Bajo el ala de mis lentes oscuros le indico que no me interesa lo que me ofrece y sigo mi camino. En todo el trayecto, las ventas ambulantes invaden  los andenes. Hombres con carretas que, si te descuidas, te golpean. Comidas chatarra, al estilo de los más humildes: bocados de $1000 y $2000. La gente va y viene sin cesar en todo el trayecto.
Camino de prisa por la vía principal, mirando de un lado a otro. Mi misión, ese día, era explorar rápidamente las dinámicas de las mujeres en ese lugar. Y realmente la percepción es que hay poca presencia de ellas, por lo menos en el día y en los exteriores. Abundan más en los puestos comerciales formales del sector.
Llegando finalmente a la placita, diviso grupos dispersos.Huele terrible. No sabría decirles a qué, pero creo que podemos imaginarlo.Creo que así huele la miseria. Diviso hombres y mujeres que parecen vivir en el parque,veo un par de cambuches improvisados, otros haciendo la siesta bajo el crudo sol capitalino y expuestos al frío despiadado de la capital: eso me parece “titánico” porque acá la temperatura puede bajar hasta los 6° C en la madrugada.
Parecen conspirar. Esa es la  primera impresión que me generan.
Los miro muy rápidamente sin fijar la mirada en ninguno de ellos .Admito que estuve a punto de acercarme y entrevistarlos, pero sus actitudes me indicaron que no era el momento. Confié en mis instintos y de inmediato caminé en busca de una salida.
Dirigí mi mirada hacia las calles aledañas. Recordé en aquel momento, que en alguna ocasión, en un mini tour por el centro de Bogotá, una amiga me sugirió que el barrio vecino de la Plaza de España era el Bronx: uno de los lugares más peligrosos de la ciudad capitalina. Me pareció increíble, estar allí, tan cerca de una zona "roja". Quizá más cerca de lo que había estado jamás.
La verdad, se siente algo de adrenalina. A uno le parece aislada una realidad de la que sólo se percata, lejanamente, en los noticieros. Palparla de primera mano siempre resulta extraño, aun cuando leas sobre historia, sociología o antropología. Eso corrobora el irónico divorcio entre la teoría y la experiencia.
Uno llega a acostumbrarse a la burbuja que puede ser la vida de cada uno, aislados de los problemas reales de la sociedad colombiana, pero además de los alcances que pueden adquirir los seres humanos para asegurar su  propia supervivencia. Por eso defino estos guettos urbanos como verdaderas “zonas de supervivencia”. Créanme, no es más. Allí no se vive, se sobrevive. Simplemente no lo entiendes. Lo ves, pero tu realidad misma te impide comprenderlo a ciencia cierta. 
Me pareció que en aquel lugar no se debe permanecer mucho tiempo, al menos, no sola, como yo estaba, porque como dice un gran pensador: “si miras por largo tiempo a un agujero negro, corres el riesgo de que el agujero te mire a ti”. Por eso no exploré más…por ahora.




Carolina Marrugo Orozco
Enero 11 de 2015






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