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domingo, 5 de abril de 2015

A PROPÓSITO DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJERES

En mi trabajo de tesis, “Conflictos familiares con perspectiva de género en Cartagena de Indias, a partir de los juicios criminales, 1777-1807”, he podido observar que en gran parte del Nuevo Reino de Granada, la violencia contra la mujer, dentro de las relaciones de pareja, estuvo presente – al menos, oficialmente- desde el siglo XVI. Esto me indica las fuentes oficiales de los Criminales- Juiciosque sigo consultando en el Archivo General de la Nación-Bogotá-Colombia.

A través de la lectura de casos documentales- vislumbro que esta “conducta” fue en gran medida estimulada por la situación de precariedad en los niveles social y económico de finales del período colonial, que en palabras de Germán Colmenares era una “sociedad ilíquida”. Pero sobre todo, considero que el mayor impacto de las relaciones de género, en la pareja, estuvo mediado por factores asociados a la normativa jurídica- a su interpretación y a los niveles de apropiación- impuesta por el Estado colonial y la Iglesia Católica, para cada sujeto en este contexto.

El término utilizado, en el período colonial, para referirse a lo que conocemos actualmente como maltrato familiar o violencia contra la mujer (términos  muy políticos y modernos) fue el de “mala vida”. Pues bien, este fenómeno social (como lo he denominado) se constituye en una conducta de larga duración, que en gran medida fue estimulado por la imposición del modelo hispánico y que en palabras de Mónica Ghirardi, “fue planteado desde la religión, la moral y las leyes con las prácticas de la sociedad”.

Empero, desde mi perspectiva, fue-principalmente- la condición y la norma jurídica tanto de hombres como mujeres, la que engendró una concepción univoca sobre el “deber ser (colonial)” a partir de los niveles desiguales de apropiación e interpretación de los discursos que desde el canon eclesiástico como el Concilio de Trento y del cuerpo normativo del derecho castellano como los fueros, las partidas, las recopilaciones, el ordenamiento, las ordenanzas y leyes ,se  consideraron y emitieron para cada uno.

De acuerdo a lo anterior, la mala vida se convirtió en un código o sistemas de conductas naturalizado y “legalizado” en el imaginario tanto de hombres como mujeres de finales del período colonial, los cuales  con el pasar de los siglos han persistido- con sutiles modificaciones- precisamente, a partir de la concepción política del “deber ser (moderno)” de cada uno, en el cual se intenta reivindicar, precisamente, a través de la normativa jurídica, el lugar de ellas en la sociedad.

Por supuesto, ha de tenerse en cuenta que hubo (y aún existen) conductas transgresoras que llevaron a algunas mujeres a infringir las normas, como bien lo expone Mabel López en el texto: “Las conyugicidas de la Nueva Granada: trasgresión de un viejo ideal de mujer” donde muestra el asesinato como “arma de defensa” de algunas neogranadinas frente al maltrato sistemático de sus maridos. O el que expone Beatriz Patiño Millán en: “Las mujeres y el crimen en la época colonial” el cual da cuenta de los detonantes del crimen en la pareja, pero además del ensañamiento- en función de la raza, condición social y ocupacional de la mujer-  las cuales eran definitivas para su juzgamiento. Estas propuestas bibliográficas indican sólo algunos de los desafortunados casos en que la muerte arribó al hogar, como simple consecuencia de las desigualdades jurídicas fundadas en la ley civil y eclesiástica.

Esta propuesta, a partir del análisis histórico, específicamente sobre la violencia familiar, pretende, no sólo evidenciar la condición de las mujeres en este contexto, sino la larga data de este fenómeno en las relaciones sociales de la pareja y su entorno. También evidenciar que el marco institucional -que aún prevalece- desde los lineamientos civil y eclesiástico, contribuyó significativamente para su subsistencia. Y que en este sentido, nos corresponde a nosotras como mujeres, de biología e identidad, seguir luchando por la reivindicación de nuestros derechos, pero sobre todo de re-pensarnos como sujetos libres, autónomos y consecuentes con una visión libertaria.

Pero no hay libertad sin conocimiento. En consecuencia, el papel de la historia, en relación a las mujeres, podría ser exteriorizar sus experiencias como sujetos históricos capaces de resistirse a su entorno en favor de su libertad. Porque muchas mujeres aún desconocen que tenemos una historia de resistencias, que fuimos y somos producto de ella, que siempre nos hemos opuesto al anonimato, al maltrato, a la desigualdad. Entonces el llamado que yo emito este día es “Mujeres, encontrémonos e identifiquémonos en la historia local, regional y mundial!!!”,porque sólo a partir de este conocimiento valoraremos y lucharemos cada centímetro de libertad en todos los ámbitos. Y esto es fundamental para que los distintos tipos de violencia que nos aquejan, desaparezcan.




CAROLINA MARRUGO OROZCO
25 de noviembre de 2014
E-MAIL: krito981@hotmail.com



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