En mi trabajo de
tesis, “Conflictos familiares con perspectiva de género en Cartagena de
Indias, a partir de los juicios criminales, 1777-1807”, he podido
observar que en gran parte del Nuevo Reino de Granada, la violencia contra la
mujer, dentro de las relaciones de pareja, estuvo presente – al menos,
oficialmente- desde el siglo XVI. Esto me indica las fuentes oficiales de los Criminales-
Juiciosque sigo consultando en el Archivo General de la
Nación-Bogotá-Colombia.
A través de la
lectura de casos documentales- vislumbro que esta “conducta” fue en gran medida
estimulada por la situación de precariedad en los niveles social y económico de
finales del período colonial, que en palabras de Germán Colmenares era una
“sociedad ilíquida”. Pero sobre todo, considero que el mayor impacto de las
relaciones de género, en la pareja, estuvo mediado por factores asociados a la
normativa jurídica- a su interpretación y a los niveles de apropiación-
impuesta por el Estado colonial y la Iglesia Católica, para cada sujeto en este
contexto.
El término
utilizado, en el período colonial, para referirse a lo que conocemos
actualmente como maltrato familiar o violencia contra la mujer (términos
muy políticos y modernos) fue el de “mala vida”. Pues
bien, este fenómeno social (como lo he denominado) se constituye en una
conducta de larga duración, que en gran medida fue estimulado por la imposición
del modelo hispánico y que en palabras de Mónica Ghirardi, “fue planteado desde
la religión, la moral y las leyes con las prácticas de la sociedad”.
Empero, desde mi
perspectiva, fue-principalmente- la condición y la norma jurídica tanto de
hombres como mujeres, la que engendró una concepción univoca sobre el “deber
ser (colonial)” a partir de los niveles desiguales de apropiación e
interpretación de los discursos que desde el canon eclesiástico como el
Concilio de Trento y del cuerpo normativo del derecho castellano como los
fueros, las partidas, las recopilaciones, el ordenamiento, las ordenanzas y
leyes ,se consideraron y emitieron para cada uno.
De acuerdo a lo
anterior, la mala vida se convirtió en un código o sistemas de
conductas naturalizado y “legalizado” en el imaginario tanto de hombres como
mujeres de finales del período colonial, los cuales con el pasar de los
siglos han persistido- con sutiles modificaciones- precisamente, a partir de la
concepción política del “deber ser (moderno)” de cada uno, en el cual se
intenta reivindicar, precisamente, a través de la normativa jurídica, el lugar
de ellas en la sociedad.
Por supuesto, ha de
tenerse en cuenta que hubo (y aún existen) conductas transgresoras que llevaron
a algunas mujeres a infringir las normas, como bien lo expone Mabel López en el
texto: “Las conyugicidas de la Nueva Granada: trasgresión de un viejo
ideal de mujer” donde muestra el asesinato como “arma de defensa” de
algunas neogranadinas frente al maltrato sistemático de sus maridos. O el que
expone Beatriz Patiño Millán en: “Las mujeres y el crimen en la época
colonial” el cual da cuenta de los detonantes del crimen en la pareja,
pero además del ensañamiento- en función de la raza, condición social y
ocupacional de la mujer- las cuales eran definitivas para su juzgamiento.
Estas propuestas bibliográficas indican sólo algunos de los desafortunados
casos en que la muerte arribó al hogar, como simple consecuencia de las
desigualdades jurídicas fundadas en la ley civil y eclesiástica.
Esta propuesta, a
partir del análisis histórico, específicamente sobre la violencia familiar,
pretende, no sólo evidenciar la condición de las mujeres en este contexto, sino
la larga data de este fenómeno en las relaciones sociales de
la pareja y su entorno. También evidenciar que el marco institucional -que aún
prevalece- desde los lineamientos civil y eclesiástico, contribuyó
significativamente para su subsistencia. Y que en este sentido, nos corresponde
a nosotras como mujeres, de biología e identidad, seguir luchando por la
reivindicación de nuestros derechos, pero sobre todo de re-pensarnos como
sujetos libres, autónomos y consecuentes con una visión libertaria.
Pero no hay
libertad sin conocimiento. En consecuencia, el papel de la historia, en
relación a las mujeres, podría ser exteriorizar sus experiencias como sujetos
históricos capaces de resistirse a su entorno en favor de su libertad. Porque
muchas mujeres aún desconocen que tenemos una historia de resistencias, que
fuimos y somos producto de ella, que siempre nos hemos opuesto al anonimato, al
maltrato, a la desigualdad. Entonces el llamado que yo emito este día es “Mujeres,
encontrémonos e identifiquémonos en la historia local, regional y mundial!!!”,porque
sólo a partir de este conocimiento valoraremos y lucharemos cada centímetro de
libertad en todos los ámbitos. Y esto es fundamental para que los distintos
tipos de violencia que nos aquejan, desaparezcan.
CAROLINA MARRUGO
OROZCO
25 de noviembre de
2014
E-MAIL:
krito981@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario