Entre la ironía de más de medio siglo de violencia y la democracia más
sólida de América Latina, Colombia hoy se encuentra en una verdadera
encrucijada política. Las pasadas elecciones del 25 de mayo de 2014, forjaron
un nuevo mapa de la geografía política en donde surgen nuevos “rectores” del
centro y la periferia colombiana. Ver:http://www.elpais.com.co/elpais/elecciones-2014/graficos/grafico-resultados-elecciones-presidenciales-2014.
Qué es la democracia, sino tener esa oportunidad de participar y sentar
una opinión libremente, sin que ello sea motivo de discriminación ni de veto?
Siendo así, el voto es sólo uno de esas formas concretas de ejercerla, aunque
desconozcamos en gran medida todos los instrumentos del aparato democrático que
podemos usar en calidad de ciudadan@s, para ejercer nuestros deberes y hacer
valer nuestros derechos. Y es evidente. Existe un desconocimiento profundo del
significado real de la ciudadanía, auspiciado por una pésima educación política
de antaño y el arrastre de tradiciones marcadas en el clientelismo, que ahora
han endulzado retóricamente bajo una nominación empalagosa.
Votar o no por un candidato, no debería ser la consigna de una elección
política de tipo democrático. Elegir libremente, sí. Pero en un país como
Colombia, ya era extraño que no se presentara un “Rifi Rafe” electoral
como el que hoy presenciamos. Y realmente la situación es tensionante.
Lo más impresionante que he visto es que esta pugna entre dos
candidatos-que al final representan los mismos intereses, pero desde diferentes
ángulos-, se ha trasladado a las redes sociales, bajo el ala de la defensa de
“voluntariosos fanáticos”, que tiran la cuerda de un lado a otro, intentando
convencer a los electores para que direccionen su voto hacia determinado
aspirante.Ésto, bajo el velo oculto de una consigna: La paz.
Y en vista de argumentar sus posiciones, justifican su visión con
hechos históricos recientes y/o de vieja data, lo cual en mi opinión sólo
infunde miedo y terror: instrumentos peligrosos que en un país como el nuestro,
han sembrado las clases oligarcas a través de la historia, bajo otros métodos
.Y yo me pregunto ¿Acaso eso no se llama coacción?
Lo más irónico es que hay derecho a hacer esto y eso lo da precisamente
la democracia y el fácil acceso a las redes sociales. La intención de
esta reflexión, no es vetar estas “manifestaciones de solidaridad” con
determinado candidato-sean las razones por las cuales se hace- ni condenar una
conducta. NO SOY JUEZ. La intención es evidenciar el rol que podemos estar
asumiendo, como ciudadan@s, de convertirnos en instrumentos de un sistema que otrora condenamos.
Rol que sancionamos cuando viene de la corriente contraria, pero plácidamente
justificada si la proferimos desde nuestra orilla. ¿No es eso acaso hipocresía?
Hay derecho a opinar, discernir, pero no a legitimar a la fuerza una
forma de pensamiento. El uniforme de éste es -para mí- un severo indicador de
tiranía, venga de quien venga. Y no pensemos que esa sólo la pueden ejercer los
grupos dominantes. Ellos al menos la han "domesticado".En manos
inexpertas puede ser, incluso suicida. Como dice un adagio popular: “Al
combatir monstruos, hay que tener cuidado de no convertirnos en uno de ellos”.
La democracia debería ser un ejercicio consciente en el cual todos
tengamos la capacidad de elegir libremente sin ser coaccionad@s, ni excluid@s,
ni condenad@s. ¿Podemos aspirar a eso? La vida política de este país no puede
polarizarse bajo dicotomías absurdas. No podemos ser cómplices de ese sistema.
Debería basarse en el respeto por la búsqueda individual de lo que consideramos
que debemos elegir para un bienestar común. El principio de la libertad “libre”
–valga la redundancia- y no de la imposición de formas de pensamiento.
CAROLINA MARRUGO OROZCO
ESTUDIANTE UNIVERSITARIA
2 DE JUNIO DE 2014
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